"El éxito no es cuánto has hecho por ti mismo, sino cuánto has inspirado a otros a hacer."
— John C. Maxwell
Llevo muchísimo tiempo en silencio. Viviendo muchísimas emociones en varios proyectos y entregada a trabajar a tiempo extra-completo y conciliando una vida familiar lo mejor que se puede.
Y en medio de ir y venir estos meses hay una situación que me explota la cabeza y la he vivido en carne propia y la he visto encarnar en gente de profesión, su mayoría mujeres sin rozar el feminismo.
Me recuerda al comportamiento básico y elemental de los leones africanos con la manada. En cuanto llega otro león válido, joven y fuerte se sienten amenazados y entran en una lucha por ser el mejor. En este caso, el león que llega ni sabe habitualmente que es una amenaza, culturalmente nos han programado para no brillar más allá de lo que brillan los demás.
Esta mal visto opinar diferente, ser diferente y querer dar el salto del buenismo al ser excelente.
Y es aquí, en este punto donde se disparan al león habitualmente mayor, con más kilómetros de experiencia ( y en los tiempos que corren habitualmente hombres) todas las alarmas..
En la antigua mitología griega, existía un posadero muy peculiar llamado Procusto. Vivía cerca de Eleusis, una región transitada por viajeros en busca de refugio. Procusto, con una amabilidad aparente, les ofrecía una cama para descansar. Sin embargo, esta cama tenía una particularidad mortal: su tamaño era inamovible, y todos sus huéspedes debían ajustarse a ella, sin excepción.
Aquí es donde el mito se vuelve oscuro. Si el viajero era demasiado alto, Procusto no dudaba en cortar sus extremidades para que encajaran en la cama. Si, por el contrario, el viajero era demasiado bajo, lo estiraba cruelmente hasta que alcanzara el largo "perfecto". Irónicamente, Procusto no solo ignoraba la diversidad de las personas, sino que intentaba hacer que todos fueran iguales a cualquier costo, aunque eso implicara infligir dolor o destrucción.
Finalmente, el héroe Teseo puso fin a esta atrocidad. Teseo aplicó a Procusto su propio "remedio", ajustándolo violentamente a su propia cama, acabando con su ciclo de crueldad.
Pero, ¿qué tiene que ver esta historia con la neurociencia o nuestro comportamiento diario?
El Síndrome de Procusto en la Vida Moderna
Hoy en día, el mito de Procusto se utiliza como una metáfora psicológica para describir un fenómeno bastante común, conocido como el Síndrome de Procusto. Este "síndrome" no es una enfermedad como tal, pero sí se refleja en muchas interacciones sociales y profesionales. Se manifiesta cuando alguien, incapaz de tolerar el éxito, la originalidad o las diferencias de otros, busca "cortarlos" o "estirarlos" para que no sobresalgan.
En términos más simples: ¿alguna vez has notado que alguien intenta descalificar a otra persona que tiene un talento evidente? O quizás en tu trabajo, ¿has sido testigo de cómo un colega con miedo al éxito ajeno sabotea a otros para que nadie destaque más que él? Estos comportamientos son versiones modernas del síndrome de Procusto.
¿Qué Explica Este Comportamiento?
Desde una perspectiva de neurociencia, este fenómeno puede estar relacionado con nuestra necesidad de pertenencia y seguridad. Igual que en los leones, el cerebro humano, especialmente las áreas relacionadas con la recompensa, como el núcleo accumbens, responde de manera muy sensible al éxito propio. Sin embargo, el éxito ajeno puede activar otra parte de nuestro sistema emocional: la amígdala, asociada al miedo y la amenaza. Para algunas personas, el éxito de otros se percibe inconscientemente como una amenaza a su estatus o identidad.
Además, nuestro cerebro tiende a comparar. Las comparaciones sociales son naturales, pero cuando se descontrolan y se ven teñidas por la envidia o la inseguridad, pueden llevarnos a intentar "ajustar" a los demás, tal como hacía Procusto con sus víctimas.
Si te encuentras un Procusto, identifícalo, míralo a los ojos y no permitas que apague tu luz. No sabes el “defecto” que este ha visto en ti… Puede que además no te conozca de nada. No existe algo más revelador en mi especialidad que hacer controles de pruebas. Cuando ves una prueba de otro compañero habitualmente se hace comparaciones de cara a la evolución del paciente. No sabes las veces que me he encontrado con pruebas seriadas donde en vez de hacer una comparativa objetiva, con valores numéricos, existen “Procustos” que no solo fulminan pruebas previas si no que además se destacan por aplastar la reputación del otro explorador ante el paciente con comentarios despectivos o escribiendo su comentario subjetivo en las mismísimas historias clínicas de los pacientes. Subrayo : SIN CONOCERTE DE NADA. Y esto se extrapola a pruebas, tratamientos y demás opiniones médicas.
Cómo Evitar Caer en el Síndrome de Procusto
La neurociencia nos ofrece herramientas valiosas para combatir este comportamiento. El problema es del Procusto ejecutor no de ti. Apagar nuestra luz no es la solución. Esta gente requiere de altas dosis de empatía y reconocer que el éxito de otros no disminuye nuestro propio valor es clave para romper este ciclo. Además, la neuroplasticidad —la capacidad de nuestro cerebro para cambiar— nos permite desarrollar nuevas formas de pensar y actuar, más orientadas a la colaboración que a la competencia destructiva.
En lugar de tratar de encajar a los demás en nuestra "cama mental", es más saludable aceptar las diferencias y reconocer que hay espacio para que todos brillen.
Por más gente excelente. Que nadie apague tu luz.
Seguimos.
Recomendaciones.
Un libro: Sapines de Yuval Noaḥ Harari.
Una canción: Unstoppable. Sia.